Por Héctor Torres
La disputa por tener la representatividad “legal” del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Michoacán la están escenificando dos mujeres; por un lado Giulianna Bugarini Torrres y, por otro, Ana Lilia Guillén Quiroz.
A Giulianna Bugarini Torres se le cuestiona el haber sido impuesta por el dirigente nacional morenista, Mario Delgado, como delegada en funciones de presidenta en Michoacán, y a esos cuestionamientos se le suma su pasado silvanista, es decir haber formado parte del gobierno de Silvano Aureoles Conejo, no se pone en tela de juicio haber formado parte de las filas del PRD pues, a final de cuentas, la mayoría de los morenistas tienen pasaporte perredista.
Por su parte, Ana Lilia Guillén Quiroz también ha sido favorecida por el sistema y logró una beca como diputada federal sin que su labor como legisladora haya sido trascendente, fue una más de las y los que llegan a San Lázaro a cobrar y nada más.
Ya con la bandera morenista, Guillén Quiroz tuvo un efímero paso por la administración de Alfredo Ramírez Bedolla y decidió dejar ese puesto para ir por la dirigencia estatal del Morena.
Mediante reuniones del consejo morenista, manipulado se rumora, logró ser ungida como presidenta en Michoacán.
Algo tienen en común las dos aspirantes a quedarse con la dirigencia estatal del Morena; ambas provienen del PRD, ambas han conseguido jugosos recursos económicos al amparo del sistema y ninguna de las dos ha logrado la simpatía de la ciudadanía que comulga con la cuarta transformación.
Bugarini Torres ha estado más tiempo fungiendo como lideresa estatal del Morena y Guillén Quiroz, una vez que se acabó la ubre legislativa, buscó en donde seguir cosechando de lo ajeno y, bueno, la parcela propicia fue la del Morena habida cuenta la debilidad estatutaria del nombramiento de Bugarini Torres.
Ambas enfrentan el dilema de ver un gobierno morenista plagado de funcionarios de partidos ajenos a los neomorenistas. Guillén Quiroz se concreta a decir que es responsabilidad de Alfredo Ramírez Bedolla y Bugarini Torres les da el visto bueno.
Y mientras eso sucede entre las que buscan el reconocimiento de ser las lideresas morenistas, ese movimiento en Michoacán está disperso, no hay, ni siquiera, un padrón confiable.
Ni Chana ni Juana. Ambas son una nulidad para los propósitos de la Cuarta Transformación; ambas carecen del perfil para liderar al Morena en Michoacán.
Y, por esa ineptitud, la única cohesión que existe en Michoacán es la que proviene de Andrés Manuel López Obrador, todo gira en torno a la figura presidencial; sin la presencia de López Obrador el Morena, en Michoacán no existiría.
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