Por Héctor Torres
Cimbró a la sociedad mexicana, en particular a la michoacana, el homicidio de Hipólito Mora Chávez cuya figura será, por siempre, la de un luchador social que se levantó en armas en contra de grupos delincuenciales que laceraban, y laceran, a productores agropecuarios del Valle de Apatzingán.
Aunque hay voces que intentan demeritar la figura y el objetivo del levantamiento armado de Hipólito Mora Chávez, así se le recordará siempre, como un luchador social que salió en defensa de su pueblo.
Y así se le recordará siempre, pese a las declaraciones nada sensatas del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla que pone a Hipólito Mora Chávez como un ingenuo que permitió la filtración de sicarios al servicio del crimen organizado en las autodefensas. Si se infiltraron fue porque así lo planeó otro Alfredo, Castillo Cervantes.
Pero volviendo al Alfredo que gobierna Michoacán, éste poco puede decir, con un verdadero conocimiento de causa, porque cuando surgieron las autodefensas Ramírez Bedolla andaba –en aquel entonces, 2013- ocupadísimo en la campaña para impulsar a su candidato a la dirección de la Facultad de Derecho.
Quizá porque no se empapó del surgimiento de ese movimiento social, Ramírez Bedolla asegura que las autodefensas fue una idea fallida para combatir a los grupos criminales.
Del cerebro de Ramírez Bedolla brota la declaración de que las autodefensas fueron el escudo de un grupo criminal para combatir a otro grupo criminal. Lo que él da a entender es que un grupo criminal financió económicamente y apertrechó –dotó de armas a las autodefensas- para combatir a otro grupo criminal.
Eso fue lo que pasó, según la perspectiva de Ramírez Bedolla. Para Alfredo, el gobernador, las autodefensas nunca fueron un movimiento social y por lo mismo jamás lograron el supuesto objetivo que tenían.
Para Alfredo, el gobernador, Alfredo, el virrey, sabía que las autodefensas eran ilegales, violaban todas las leyes, y pese a eso las acogió, las alentó, imitando el modelo colombiano de los paramilitares.
Alfredo, el gobernante, considera que Hipólito Mora Chávez fue víctima de una estrategia perversa, maquiavélica, del Estado Mexicano que usó a los ciudadanos como carne de cañón.
No, al igual que miles de ciudadanos, considero que Hipólito Mora Chávez fue víctima de la indefensión en la que lo dejaron servidores públicos y malos gobernantes que no lo acompañaron en su lucha en contra de la delincuencia organizada.
Con sus declaraciones, Alfredo, el gobernador, intenta opacar, minimizar, el peso político y social que causó el homicidio de Hipólito Mora Chávez, pero lo único que ha conseguido es agitar el ambiente.
En lo que sí tiene razón, muchísima razón, Alfredo, el gobernador, es en su aseveración de que Michoacán no es Hollywood, y, efectivamente, los muertos de la meca del cine son de ficción, ocurren en la pantalla, y los de Michoacán son reales y enlutan a cientos de hogares.
Y en México, en Milenio, se preguntan el por qué, inexplicablemente, Alfredo, el gobernador, sonríe mientras lo entrevistan sobre lo sucedido a Hipólito Mora Chávez.
Solamente él sabe a qué se debe esa sonrisa. Lo deseable es que la muerte de Hipólito Mora Chávez, no sea en vano, como lo deseó el mismo fundador de las autodefensas que, por siempre, quedarán como un movimiento social que intentó devolver la paz a Michoacán.
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