Isidro Galicia Ramos/ Ágora Debate
La izquierda mexicana ha sufrido contradicciones a lo largo de su periplo histórico en contra del centralismo político. De hecho, los movimientos sociales, que protagonizaron transformaciones profundas en el Estado y en la política en México del Siglo XX y desde luego, las influencias ideológicas a nivel internacional, son el basamento ideológico de lo que actualmente se le denomina a la izquierda.
El PRD, desde su fundación institucional, ponderó las causas más sensibles de una sociedad, que reclamó una participación amplia para el activismo político. En aquellos años, de la construcción del Sol Azteca, el movimiento nacionalista alcanzó a sectores emblemas como el indigenismo, organizaciones populares, sindicalismo, ciudadanía imbuida en un espíritu progresista y una alta burocracia parte de aquel sistema político autoritario.
De la popularización de un proyecto nacional, que emendaba, en parte, el frenético control político del régimen priista, que incidía de forma omnipresente en la vida pública nacional, surgió de la voluntad social, al dar el primer paso para la apertura democrática de México con el caótico proceso electoral de 1988. La construcción ideológica desde la izquierda, no fue solo como respuesta política para establecer un sistema pluralista o de apertura democrática, sino aminorar las graves desigualdades sociales e instaurar la justicia social, condiciones ausentes, que profundizaron la pobreza y la marginación en el país.
De aquel 1989, en Michoacán, cuna de la rebelión política nacional, solo queda la narrativa histórica. Hoy, en Michoacán hay una izquierda ambivalente en los actos y en el discurso. La amenaza verbalizada, que en otros momentos provenía de la dictadura blanda, aparece en los gobiernos denominados de izquierda. Evidentemente, en un contexto de derechización de la política y de las políticas públicas, observan como una amenaza la protesta social. Hoy, se incomodan ante los actos contestatarios, se endurecen ante la rebelión social y se ufanan ante la restauración del “estado de derecho”.
Nadie está de lado del desorden público ni del caos social. Sin embargo, el resultado de una acción policial, no solo arrojó muertos, también, exhibió la debilidad ideológica de un gobernante y de un gobierno, que se niega a gobernar desde la izquierda. El núcleo celular del PRD, no es producto de la casualidad. Es consecuencia de una mayoría ciudadana que vetó al régimen del PRI. Que rechazó su violencia, abuso de poder y del autoritarismo para gobernar.
La contradicción ideológica del PRD, se encuentra en un punto de quiebre partidista. El desencanto de una idea y de un proyecto de nación desde Michoacán, se compensa con cargos públicos. Una masa militante atribulada, que observa silenciosa las contradicciones de un gobernador que, seducido por el poder y el protagonismo excedido, se resiste a gobernar desde la izquierda. Arantepacua es el mejor ejemplo.
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