Por Héctor Torres
Y las voces de quienes apenas hace unos días eran estridentes y, en ocasiones, altaneras, ahora están calladas, en silencio; ese silencio cómplice de la derrota, de la búsqueda de explicaciones no encontradas, ausentes; la somnolencia de quien aseguraba tener el respaldo del ciudadano y no, no era así. La encuesta final los puso en su lugar.
No hay excepciones, los derrotados son de uno y otro color, y los de uno y otro color garantizaban su victoria, ninguno consideraba perder y el tiempo dirá si no hubo error en la determinación ciudadana y los ganadores realmente merecían ese voto de confianza; de los perdedores, hay algunos y algunas con amplios atributos para merecer ser botados.
En este caso se encuentra Carlos Quintana Martínez, un político de corte panista con ínfulas de gran señor, pero cuyo paso por el Congreso de Michoacán y la Cámara Baja del Congreso de la Unión fue una pérdida de recursos, porque su trabajo jamás justificó el salario percibido.
La soberbia también estuvo del lado de Andrea Villanueva Cano, una joven política carente del carisma necesario para compenetrarse con el electorado y con un quehacer legislativo de poca monta.
Antonio García Conejo fue una caricatura desde el momento mismo del anuncio de su candidatura. La de él era una derrota asegurada.
Carlos Torres Piña lo intentó, pero no pudo. Su campaña la basó en la marca Morena, esto no fue suficiente frente a un Alfonso Martínez Alcázar engrandecido, engreído, soberbio, pero a la vez débil, frágil y muy vulnerable, características poco trabajadas por quienes, publicitariamente, respaldaron a Torres Piña en la campaña. La derrota del Morena en la alcaldía de Morelia tiene un progenitor; Alfredo Ramírez Bedolla.
Marco Polo Aguirre Chávez, con todo y su reprobable, pero legítimo –aunque no ético-, brinco de partido en partido no tenía problemas para ganar. Tanto él como Juan Carlos Barragán Vélez nadaban de muertito, nada ni nadie los inquietaba, la victoria era cantada.
En lo federal, Roberto Carlos López García basó su estrategia de campaña en una absurda idea de generar miedo entre los ciudadanos y nunca se dio cuenta, o no quiso percatarse; el miedo era, con razón, al triunfo de Xóchitl Gálvez. Ahí estaba el origen del miedo para millones de mexicanos, y los del Distrito 10 se lo recordaron y votaron por Ernesto Núñez Aguilar, del cual se espera el cumplimiento de sus propuestas, sobre todo la de plantar un árbol por cada voto emitido a su favor.
Lo negro de ese proceso electoral para Morelia y Michoacán fue la victoria de David Cortés Mendoza, ¿le suenan los apellidos?, sí, efectivamente, es hermano de Marko Cortés Mendoza, dirigente nacional del PAN. Es ese su único mérito. David Cortés Mendoza, solamente fue de paseo al Congreso de Michoacán, no hay nada productivo, nada destacable para recordarle como diputado local, y lo mismo se avizora como legislador federal, seguirá siendo, simplemente, el hermano de Marko Cortés y esto, además, no es algo para presumir. El caso Coahuila no es para enorgullecerse de tener un hermano así.
Bueno, ahí están ganadores y perdedores, y en una opinión estrictamente personal, lo ideal para mí hubiesen sido los triunfos de Daniela de los Santos Torres y Carolina Rangel Gracida. Eso para mí hubiera sido lo mejor para Morelia y Michoacán.
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